
Introducción
La autoestima es un concepto que ha acompañado a la psicología prácticamente desde su constitución. Es, además, un término empleado popularmente en multitud de ocasiones y representa hasta cierto punto una explicación del comportamiento de las personas que nos rodean.
La historia del concepto se inicia aproximadamente en 1890 con la obra Los Principios de la Psicología, del profesor William James. En esta obra, James proponía que la autoestima sería el resultado de dividir el éxito entre las pretensiones y que, por tanto, para tener más autoestima, tan solo había que esperar menos de uno mismo o buscar tener más éxito.
Un tiempo después, Alfred Adler, en 1912, desplegó toda una teoría que él denominó Psicología Individual, encargada del estudio de la psique humana. En este estudio toma su propia experiencia de niño enfermizo y con un gran número de problemas físicos como ejemplo y argumento de la formación de las neurosis. Adler llegó a la conclusión de que existía una estructura en la psique humana que denominaría específicamente el sentimiento general de inferioridad: una consecuencia de una atmósfera de inseguridad en la infancia sumada a la presión de una constitución inferior o débil.
El desarraigo en la infancia, las burlas, las comparaciones, el sufrimiento y los rechazos provocaría la formación del mencionado sentimiento de inferioridad y estaría generalizado en todos los individuos, en tanto que todos los individuos atravesamos por estas circunstancias en algún momento de nuestra vida. Las personas aprenderían que son menos valiosos que los demás, producto de la comparación, sea ésta consciente o inconsciente y sufrirían por ello. La lucha por la superioridad estaría condicionada por dicha debilidad y mantendría a las personas en una lucha constante por encontrar una situación en la que pudieran sobresalir y ser reconocidos.
En los siguientes años son muchos los terapeutas (particularmente de la corriente humanista) los que dan una importancia indudable a la autoestima como fundamento del bienestar psicológico. Dos ejemplos de esto son Maslow (1983), con el fin de la autorrealización o Rogers (1951) mediante la aceptación incondicional de sus clientes y su propia autenticidad durante la terapia.
Otra de las teorías de la autoestima propuestas más recientemente es la teoría del sociómetro, de Leary et al. (1995). Estos autores situan a la autoestima como la «aguja» de un «medidor social» que indica el estado de las relaciones interpersonales del individuo con el objetivo de señalar las amenazas del bienestar evaluando las relaciones en términos de apreciación relacional. Si el individuo no es apreciado, el «medidor» destaca estas amenazas produciendo un malestar motivador al restablecimiento de la autoestima.
Por último, es María Xesús Froxán (terapeuta de conducta) y sus colaboradores quienes han propuesto una definición actualizada del concepto basada en los descubrimientos de procesos de conducta que ha experimentado la ciencia psicológica. Según ellos, la autoestima sería lo que uno dice de sí mismo que a su vez provoca unas emociones u otras y, por tanto, facilita que se den comportamientos o los dificulta. Cuando alguien relaciona su aspecto físico con ciertos adjetivos (como por ejemplo «tonto» o «feo») esto tendría el efecto de dificultar que se den algunos comportamientos como por ejemplo salir a hablar en público (Froxán, 2020).
Para una revisión histórica más exhaustiva consulta nuestra entrada sobre la historia de la autoestima.
¿Qué consideramos nosotros que es la autoestima?
Al igual que Froxán, pensamos que la autoestima no es más que un constructo, una palabra, pero que designa una realidad concretada en aquello que las personas hacen o dejan de hacer — su conducta.
Se ha podido comprobar que las teorías y aproximaciones valoradas anteriormente tienen varios puntos en común, a saber: un «yo» que se autodirige «valoraciones» (que se otorga un valor verbalmente) en relación con otras personas, normalmente significativas para uno mismo y que responde emocionalmente a las mismas. Por lo general se ha dado a entender que esas valoraciones que se dirigen uno a sí mismo se han aprendido a partir de dichas interacciones y que se mantienen dando un «sentido» o direccionalidad a la vida de los individuos (están relacionadas con su identidad).
En un ambiente eminentemente social y particularmente en una especie gregaria como la humana, resulta adaptativo aprender qué puede proveernos de estimulación que nos haga sentir bien y aprender qué genera estimulación aversiva en relación con otras personas. Entonces, cuando nos relacionamos con otras personas y estas nos tratan bien, mal o de forma neutra, aprendemos (de forma más o menos precisa) a moldear nuestro comportamiento para quedar expuestos de la menor forma posible al malestar. Aprendemos, entre otras cosas, qué debemos hacer o cómo debemos ser para que nos acepten, y de ahí derivamos nuestro valor como individuos. También recibimos continuamente información de lo que es aceptado en los demás, ya sea mediante modelos en Internet, en la televisión o en nuestras propias vidas, y nos comparamos para evaluar hasta qué punto nos podemos permitir vivir como vivimos.
¿Qué es, entonces, la autoestima?
En definitiva definimos la autoestima como aquellas respuestas emocionales negativas (de repulsa) o positivas (de agrado) que experimentamos cuando:
(1) nos comportamos de formas que hayan sido reprobadas o felicitadas (respectivamente) en nuestra historia de aprendizaje (por ejemplo, nos sentiremos bien al obtener buenos resultados en el trabajo y nos sentiremos valiosos por ello), (2) nos vemos teniendo un cuerpo o aspecto físico que haya sido reprobado o elogiado en nuestro pasado (por ejemplo, nos sentiremos mal cuando comprobemos que hemos engordado por cualquier razón), (3) aquellas señales de que los demás no nos valoran o sí lo hacen (por ejemplo, nos sentiremos mal cuando nos critican o bien cuando nos felicitan) y (4) somos conscientes de que hay una relación entre lo que nos sucede y cómo somos. Todo eso es la autoestima.
La baja autoestima sería simplemente el malestar que desencadena vernos con un aspecto que sabemos está relacionado con estimulación aversiva impuesta por los demás (por ejemplo los insultos o la burla); o vernos comportándonos de forma que nos pueda granjear cierto rechazo (por ejemplo, la mala educación o la impuntualidad). Además, la baja autoestima sería también ser consciente de la relación entre el aspecto físico y el repertorio conductual y esta exposición a estímulos desagradables que tratamos de evitar (por ejemplo, ser consciente que esos «defectos» pueden provocar que gustemos menos). La alta autoestima sería lo opuesto.
Estas respuestas emocionales negativas (principalmente el miedo y la tristeza que desencadena la posibilidad de quedarnos solos) tienen un efecto directo sobre el comportamiento: cuando nos sentimos mal hacemos todo tipo de cosas para escapar de él o evitarlo, y si ese malestar está desencadenado por «no ser lo suficientemente valiosos para los demás» podremos llevar a cabo todo tipo de comportamientos dados a recibir la aceptación y compañía que todos deseamos o evitar que los demás se alejen de nosotros. Mira los siguientes ejemplos de comportamientos que puede llevar a cabo alguien inseguro o con baja autoestima para evitar el malestar (Carrasco, s.f.a., s.f.b.):
- Comportamientos para demostrar a los demás la propia valía,
- Comportamientos para ocultar a los demás la falta de valía,
- Comportamientos para utilizar a los demás para confirmar la propia valía,
- Comportamientos para impedir que los demás actúen de forma que ponga en cuestión la propia valía,
- Comportamientos que sirvan para castigar la conducta de otras personas que han tratado a uno como si no valiéramos,
- Comportamientos para dejar claro a los demás que no valen,
- Comportamientos para escapar de la sensación de malestar experimentado.
Las posibilidades son casi infinitas. Como habréis podido ver, la autoestima está estrechamente entrelazada con las relaciones interpersonales, y los problemas que de ellas se derivan. ¿Os dais cuenta de su importancia?
¿Podéis ayudarme con este problema?
Los miembros de Antares Psicología estamos totalmente sensibilizados con las diferentes problemáticas que presentan las personas. Una de ellas se trata de los problemas de autoestima, puesto que entendemos que vertebran las relaciones sociales y, por tanto, tienen una gran importancia e impacto sobre el bienestar psicológico. Es por ello que todos nosotros podremos ayudarte con problemas relacionados con esta. Además, sabemos que la autoestima suele estar afectada en otros problemas psicológicos como en la ansiedad, el estrés o la depresión. Por ello, si sientes que tienes problemas de este tipo no dudes en contactarnos.
Referencias
Adler, A. (1912). El carácter neurótico. Paidós.
Carrasco, T. J. (s.f.a). Un análisis de la autoestima. [Manuscrito no publicado]. Universidad de Granada.
Carrasco. T. J. (s.f.b). ¿Por qué las personas nos comportamos como lo hacemos? [Manuscrito no publicado]. Universidad de Granada.
Froxán, M. X. (2020). Análisis funcional de la conducta humana. Concepto, metodología y aplicaciones. Pirámide.
Leary, M., Tambor, E., Terdal, S. y Downs, D. (1995). Self-esteem as an interpersonal monitor; The sociometer hypothesis. Journal of personality and social psychology, 68(3), 518.
Maslow, A. (1983). The developing person through the life Span.
Rogers, C. R. (1951). Client-Centered Therapy: Its Current Practice, Implications, and Theory. Houghton Mifflin.